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Agustinos en la Amazonía peruana, el testimonio del P. Luis Fernández García
El P. Luis Fernández García nació en Zamora, pero lleva nueve años viviendo en Santa Rita de Castilla, a orillas del Río Marañón, en la selva amazónica de Perú. La parroquia pertenece al Vicariato Apostólico de Iquitos, que la Santa Sede encomendó a la Orden de San Agustín en el año 1901. Con ocasión de la publicación de la "Exhortación Apostólica Laudate Deum" hemos hablado con él para conocer el impacto a corto plazo que determinadas acciones tienen en la vida de las poblaciones autóctonas.
Explica el P. Luis que la extensión de la Parroquia Santa Rita de Castilla es similar a la de la Comunidad de Madrid. Y, en dicho territorio existen más de trescientos poblados nativos, que viven entre el Río Marañón y el Río Urituyacu. De todos ellos, la Parroquia solo tiene posibilidades de atender a sesenta.
Estos poblados pertenecen a dos etnias. En la zona del Río Marañon, los Kukama, y en el Río Urituyacu, los Kukama y los Urarinas.
En la labor pastoral de la Parroquia tienen una importancia especial los catequistas y los animadores cristianos, que tienen la función de acompañar a las comunidades en el día a día. «Cuidan la fe para que no se apague la llama y no se olviden de Dios. Son los que animan y presiden las celebraciones, en muchos casos».
«La fe se vive, como la vivían las primeras comunidades cristianas -cuenta el P. Luis-. Las reuniones, las catequesis y las celebraciones se hacen en casas particulares de personas que reciben al resto de la comunidad».
Protagonismo de los animadores
Hay dos por comunidad, mayoritariamente hombres, que trabajan en coordinación con los dos agustinos que atienden la Parroquia y reciben formación con los catequistas, dos veces al año.
«La nueva exhortación del Papa Francisco, «Laudate Deum», se trabajará en estas sesiones, en las que también se habla de cuestiones litúrgicas, de identidad indígena y de derechos humanos», explica el P. Luis Fernández García.
La Parroquia
La labor de la Parroquia Santa Rita de Casia, pero que todo el mundo conoce como Santa Rita de Castilla, por asimilación con el nombre del municipio, tiene tres prioridades
– Por una parte, la labor pastoral, de anunciar y celebrar la Buena Noticia.
– Por otra, la labor de promoción de los pueblos indígenas. En este sentido, es muy importante la asesoría permanente que se ofrece a las organizaciones indígenas para defender sus derechos; así como el acompañamiento y mediación ante las autoridades, que recurren a la Iglesia cuando surge cualquier conflicto.
– En tercer lugar, las actividades formativas, no solo con los animadores y catequistas. Son muy valorados los cursos de formación de la mujer y los que se llevan a cabo con jóvenes para prevenir la trata de personas. También son frecuentes talleres sobre cuestiones relacionadas con la salud y el cuidado.
Al hablar de la actividad de la Parroquia, el misionero agustino subraya que todo lo que hacen está inserto en la pastoral de conjunto que se lleva a cabo en el Vicariato Apostólico de Iquitos, en coordinación con el obispo Mons. Miguel Ángel Cadenas, OSA.
La última acción que se está implementando en la Parroquia es retomar le red de corresponsales que existió en su día a lo largo del territorio parroquial. Dicho tema viene auspiciado por Radio Ucamara, una emisora católica con sede en la ciudad de Nauta, que supone un altavoz y un apoyo de la labor que la Iglesia desarrolla en la selva.
«Laudate Deum» y Amazonas
La visita a España del religioso agustino P. Luis Fernández, coincide con la publicación el pasado 4 de octubre, solemnidad de San Francisco de Asís, de la Exhortación Apostólica Laudate Deum que, en la estela del anterior texto del Papa Francisco («Laudato Si»), advierte de las consecuencias del cambio climático y urge a una conversión ecológica integral, especialmente a los católicos, a quienes recuerda que el cambio climático no es una invención y les invita a un mayor compromiso en el cuidado de la casa común.
«En el texto, el Papa dice que todo está conectado. Esto en la selva amazónica es muy evidente -afirma el misionero agustino-. Lo vemos cuando el hombre interviene con la tala, caza o pesca indiscriminada o con los derrames de petróleo».
En los años que lleva en el Vicariato Apostólico de Iquitos, el P. Luis ha vivido nueve derrames de petróleo en los ríos Marañón y Urituyacu. Cuando esto sucede, la población, que tiene que dejar de pescar, se queda sin medio de subsistencia y sin la base de su alimentación. En Santa Rita de Castilla no hay acceso al agua potable y cuando hay vertidos de petróleo en el río, comer pescado contaminado supone arriesgarse a sufrir parálisis, entre otras cosas, por no hablar de las consecuencias psicológicas.
«Si no hay la armonía con el entorno, llegan las enfermedades y se acentúan los problemas económicos», cuenta el agustino, que explica que en el momento que el líquido negro llega al río, la voz de alarma llega también a la Parroquia, que lo comunica a su vez al Departamento de Derechos Humanos del Vicariato y éstos a su vez contactan con la Administración. A partir de aquí, se pone en marcha un mecanismo lentísimo para paliar los efectos de la contaminación y que, debido a la corrupción, lejos de poner solución, agrava el problema.
Las tareas de limpieza y reparación son un reclamo y un modo de obtener dinero fácil. Esto provoca que en las zonas más perjudicadas surjan discotecas y otros establecimientos, donde los trabajadores alternan: «Son zonas que siempre han vivido con mucha paz y donde, de la noche a la mañana, crece el alcoholismo y los conflictos sociales. En paralelo a la acción de la administración, la Iglesia ayuda a los más afectados con recursos para, por ejemplo, potabilizar el agua. Es muy triste ver el cambio en zonas donde ha habido un equilibrio milenario con la naturaleza».
La luz de la fe
En el corto plazo, el impacto de este tipo de situaciones, tiene que ver con la enfermedad, la pobreza y el conflicto social. Pero en el medio plazo, estos accidentes son una condena para el futuro de determinados núcleos y se traducen en movimientos migratorios de la población indígena, que se ve obligada a viajar cuatro horas para poder pescar en zonas del río no contaminadas y, con el tiempo, terminan desplazándose a vivir a otro lugar. Cuando esto sucede, la tala indiscriminada de grandes empresas es más fácil, con el consecuente impacto medioambiental que tiene la reducción de la zona verde en el pulmón del planeta.
En la selva del Perú, los agustinos anuncian, denuncian y acompañan a la Iglesia local y a la sociedad en general, recordando, como señala el P. Luis que nuestro Dios es un Dios de vivos, «por eso nuestra fe tiene que llevarnos a defender la vida y a cuidar la casa común, tal y como ha recordado en el documento el Papa Francisco».