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El Vía Crucis son 14 meditaciones sobre acontecimientos que le ocurren a Jesús desde la condena a muerte hasta su sepultura

La expresión latina “Via Crucis”, que en castellano significa “camino de la Cruz”, es una práctica de piedad que realizan los católicos, de manera más frecuente durante la Cuaresma y Semana Santa, pero que también se suele hacer cada viernes del año. La finalidad de este acto es acompañar a Jesús, mediante la oración y la meditación, en los diversos acontecimientos que le suceden cuando lleva la Cruz a cuestas camino del monte Gólgota donde es crucificado.

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El Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia –elaborado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede y publicado en el año 2002, señala que en este ejercicio de piedad se juntan varios aspectos de la espiritualidad católica. Por una parte, entender la vida como un camino o peregrinación; por otra, el paso, a través del misterio de la Cruz, de la existencia en la tierra a la vida eterna en el cielo; también el deseo de conformarse profundamente con la Pasión de Cristo; y por último, las exigencias del seguimiento de Cristo, según el cual el discípulo debe caminar detrás del Maestro, llevando cada día su propia cruz.

El Vía Crucis son 14 meditaciones sobre acontecimientos que le ocurren a Jesús desde la condena a muerte hasta su sepultura.

De las 14 meditaciones o estaciones, 9 de ellas obedecen a ciertas escenas o incidentes acaecidos en el proceso de condena y muerte de Jesús y han sido tomadas de los evangelios. Las 5 restantes hacen referencia a devociones relacionadas, de una forma lógica en el sentir popular, con lo que se supone que podría haber ocurrido en la ruta hacia el lugar de la crucifixión. Actualmente se suele añadir la estación nº 15, que hace referencia a la Resurrección de Jesús. Este es el punto final, la culminación de toda su vida, actuación y predicación, así como del camino de la cruz.

El Vía Crucis es una de las más antiguas devociones practicadas por los católicos en todo el mundo. Los primeros cristianos realizaban peregrinaciones a Jerusalén para recorrer los lugares de la Pasión y Muerte de Jesús con los evangelios en la mano. Los que hacían este camino se paraban o estacionaban para meditar y rezar done había tenido lugar algún acontecimiento. De ahí que a las 14 paradas se las pasara a llamar “estaciones”.

Con motivo de las Cruzadas a Tierra Santa (1095- 1492) se manifiesta aún más la devoción hacia los lugares en que había tenido lugar algún episodio de la Pasión de Jesús. Los cruzados, de vuelta a sus países de origen, van con la idea de realizar algo parecido a lo que habían visto y llevado a cabo ellos mismos en Jerusalén. Esto da lugar a que se erijan en muchas partes de Europa, «Calvarios”, y luego «Vía Crucis», para que los fieles manifestaran su fervor, agradecimiento y amor a Jesús.

Pero son los religiosos franciscanos los que más contribuyen a extender y propagar esta devoción cuando en el s. XIV se les concede la custodia de los Santos Lugares de Jerusalén. Ellos establecen en sus iglesias que tienen por todos los lugares el número de catorce estaciones, para que los fieles las puedan recorrer a imitación de los devotos peregrinos que iban personalmente a venerar los Santos Lugares.

El Vía Crucis se reza de pie, y en algunos momentos de rodillas. Debe hacerse caminando, deteniéndose en cada estación, para recordar el camino de Jesús al Calvario. Es por eso que en las iglesias las imágenes de la representación del Vía Crucis están en la pared, alrededor del templo. Ahora, con la pandemia de la gripe, y dado que es peligroso salir de casa, sobre todo a las personas mayores, se puede rezar allí donde cada uno se encuentre, siguiéndolo por televisión, radio o Internet.

La práctica piadosa del rezo del Vía Crucis es una manera muy eficaz de preparar el alma, día tras día, para el encuentro con Jesús en la trágica y gloriosa Semana Santa. El Vía Crucis es memoria de algo ocurrido en el pasado, pero que sigue ocurriendo ahora, pues por medio del pecado, del mal, se sigue crucificando a Jesús en cada una de las personas y de los pueblos que son tratados injustamente, como así le ocurrió a Jesús.

Para San Agustín, Jesús clavado en la cruz tiene una gran capacidad para interpelar al hombre de hoy: “La cruz del Señor tenía anchura, en la cual extendió sus manos; y longitud, que es desde que comienza a verse a ras de tierra, en la cual estaba clavado el cuerpo de Cristo; la altura, que se eleva a partir del leño transversal; y la profundidad, donde estaba clavada la cruz, y en ella reside toda la esperanza de nuestra vida. La anchura significa las buenas obras; la longitud la perseverancia hasta el fin; la altura la elevación del corazón, a fin de que todas nuestras buenas obras, en las que debemos perseverar hasta el fin, tengan por una parte anchura, con la cual obramos bien; y longitud, con la que perseveremos hasta el fin, y obremos con profundidad, puesta la esperanza únicamente en el premio celestial» (Com. Sal. 103, 1, 14)

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