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“Si quieres cambiar tu vida, cambia tus deseos” (S. Agustín)

Babilonios, romanos, cristianos…. todas las culturas a lo largo y ancho del mundo han hecho del final de un año, y comienzo de otro, un momento privilegiado para decir adiós al pasado y dar la bienvenida al futuro. La oportunidad para desear cosas mejores para cada uno, para los demás, para el mundo. La hora de los propósitos.

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La tradición de los deseos o buenos propósitos de año nuevo es una práctica bastante antigua. Se cree que tiene origen hace ya 4000 años, con los antiguos babilonios. Fueron ellos los primeros de los que consta que celebraban fiestas en honor al nuevo año en una ceremonia religiosa de 12 días conocida como Akitu. Esta ocurría en el mes de marzo, con el inicio de la temporada agrícola. Los babilonios celebraban el año nuevo coronando a un nuevo rey y prometían a los dioses la devolución de aquello que habían recibido prestado y el pago de sus deudas.

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El Año Nuevo babilónico fue adoptado por los romanos, y con ello, la tradición de los propósitos. No obstante, el momento de esta celebración cambió cuando el emperador Julio César modificó el calendario estableciendo el 1 de enero como el comienzo del nuevo año alrededor del 46 a. C. El mes de enero recibió su nombre del dios romano de dos caras, Jano, que mira hacia delante, hacia los nuevos comienzos; así como hacia atrás, como reflexión y conclusión. Los romanos ofrecían sacrificios a Jano y hacían promesas de buen comportamiento para el año siguiente.

En 1755, el clérigo inglés John Wesley, fundador del Metodismo, creó el Servicio de Renovación del Pacto, que se realiza con mayor frecuencia en la víspera de Año Nuevo o el Día de Año Nuevo, con el propósito de renovar el pacto del creyente cristiano con Cristo.

A pesar de los orígenes de esta tradición, los propósitos de Año Nuevo son hoy una práctica que poco tiene que ver con sus raíces morales, éticas o religiosas que haya podido tener a largo de la historia. Ahora, la mayoría de las personas manifiestan deseos para el año nuevo que tienen que ver con superación personal narcisista, metas profesionales que alcanzar, viajes de ocio que cumplir, propósitos relacionados con la salud, el mantenimiento del cuerpo, siendo también común hacer propósitos para terminar con malos hábitos.

Esta evolución hacia deseos o propósitos más individualistas, dejando a un lado la obra y la voluntad de Dios en la vida de cada uno, es lo que quizá hace que dichos propósitos, aunque cambien algunos aspectos de nuestra vida, no logren el mayor deseo o propósito que todos queremos al comenzar cada año y que consta en la primera palabra de la frase que se dice en el cambio de año: ¡FELIZ AÑO NUEVO!

«Si quieres cambiar tu vida, cambia tus deseos.», dice san Agustín. Quizá se trate de iniciar el año pensando más en Dios, en los demás, en la casa común, en todo aquello que sí puede cambiar la vida, dar la Felicidad que tanto se ansía al comenzar el año nuevo.

 

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