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Evangelio del VII Domingo del Tiempo Ordinario, según San Agustín: ``No despreciemos a nuestro Dios, necesitado en la persona del pobre.`` (Lc 6, 27-38)

Hoy San Agustín nos está pidiendo que la fe sea una realidad, que no digamos una cosa y hagamos otra.

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No podemos amar a Dios y olvidarnos de nuestros hermanos. No podemos decir que amamos a Dios y odiamos a nuestros enemigos. El Evangelio nos invita a tratar a los demás como a nuestros hermanos. En este sentido, San Agustín da un paso más, y propone que no despreciemos a nadie porque en el necesitado está Dios pidiéndonos ayuda.

El Evangelio del VII Domingo del Tiempo Ordinario, habla -igual que San Agustín- de la coherencia que el creyente debe tener en su vida.

Añadamos a nuestras oraciones la limosna y el ayuno. Son como las alas de la piedad con las que pueden llegar más fácilmente a Dios. A partir de aquí, el espíritu cristiano puede comprender cuán alejado debe mantenerse de robar lo ajeno, si advierte que es una especie de fraude no dar al necesitado lo que le sobra. Dice el Señor: Dad y se os dará; perdonad y seréis perdonados. Nosotros que pedimos al Señor que nos otorgue sus dones y no nos pida cuentas del mal que hacemos, actuemos compasiva y fervorosamente ambos tipos de limosna: el donativo y el perdón. Dad -dice- y se os dará. ¿Hay algo más conforme a verdad y justicia que quien se niegue a dar él mismo se defraude y no reciba nada? El agricultor que va a buscar la cosecha donde sabe que no sembró es un cínico.

Según esto, ¡cuál no será la desfachatez de quien busca la riqueza generosa de Dios, si él no quiso escuchar al pobre que mendigaba ante él! Quien no padece hambre quiso ser alimentado en la persona del indigente. No despreciemos, pues, a nuestro Dios, necesitado en la persona del pobre, a fin de que, cuando sintamos indigencia, nos saciemos en quien es rico. Topamos con pobres, siendo pobres nosotros mismos: demos, pues, para recibir.

Perdonad y seréis perdonados. Es decir, otorgad perdón y recibiréis el perdón. Que el siervo se reconcilie con el consiervo, para que no le castigue justamente el señor de ambos. Para este tipo de limosnas nadie es pobre, y puede hacer que viva por siempre quien no tiene con que vivir provisoriamente. Se dona gratuitamente y, al donar, se acumulan riquezas que sólo se consumen cuando no se donan. Cúbranse de vergüenza y desaparezcan las enemistades, de quien sean, que hayan resistido hasta estas fechas. Desaparezcan ellas, para que no hagan desaparecer; no se las retenga, para que no retengan ellas; aniquílelas el que rescata, para que no aniquilen ellas al que las retiene.

Sermón 206, 2

 

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