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Domingo de La Ascensión del Señor, según San Agustín: Nuestro Señor Jesucristo ha ascendido hoy al cielo; ascienda con él nuestro corazón (Lc 24, 46-53)

El Señor Jesús después de su vida en la tierra, después de morir y resucitar y de aparecerse a sus discípulos para animar su fe en él, vuelve junto a su Padre Dios. Por eso, con la Ascensión de Jesús al cielo, nosotros sus seguidores tenemos que seguirle de una manera más cercana.

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Él permanecerá siempre cerca de nosotros, pero nosotros debemos seguir buscándole donde Él está. Y, ¿dónde es eso? Porque tuve hambre y me disteis de comer, nos dijo Él. Sigamos el camino que nos mostró con su vida; Él que bajó del cielo para mostrarnos el amor de Dios, lo hizo para que nosotros le siguiéramos caminando por sus mismas huellas. Y cuando nos cansemos, no dudemos en acudir a Él, porque está con nosotros hasta el fin del mundo. No se ha ido para desentenderse de nosotros y nuestras cosas, sino para estar más cerca de nosotros.

Escuchemos al Apóstol que dice: Si habéis resucitado con Cristo, gustad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha del Padre; buscad las cosas de arriba, no las de la tierra. Como él ascendió sin apartarse de nosotros, también nosotros estamos ya con él allí, aunque aún no se haya realizado en nuestro cuerpo lo que tenemos prometido. Él ha sido ensalzado ya por encima de los cielos; no obstante, sufre en la tierra cuantas fatigas padecemos nosotros en cuanto miembros suyos. Una certificación de esta verdad la dio al clamar desde lo alto: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y al decir: Tuve hambre y me disteis de comer.

¿Por qué nosotros no nos esforzamos en la tierra por descansar ya con él en el cielo, sirviéndonos de la fe, la esperanza, la caridad, que nos une a él? Él está allí con nosotros; igualmente, nosotros estamos aquí con él. Él lo hace por su divinidad, su poder y su amor; nosotros, aunque no lo podemos en virtud de la divinidad como él, lo podemos por el amor, pero amor hacia él. 

El Evangelio del domingo de la Ascensión de Jesús al cielo cuenta que sus seguidores están llamados a seguirle de una manera más cercana.

Él no se alejó del cielo cuando descendió de allí hasta nosotros, ni tampoco se alejó de nosotros cuando ascendió de nuevo al cielo. Que estaba en el cielo mientras se hallaba en la tierra, lo atestigua él mismo: Nadie subió al cielo sino quien bajó del cielo, el hijo del hombre que está en el cielo. No dijo: «El hijo del hombre que estará en el cielo», sino: El hijo del hombre que está en el cielo.

El permanecer con nosotros incluso cuando está en el cielo es una promesa que hizo antes de su ascensión cuando dijo: Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo. Pero también nosotros estamos allí, puesto que él mismo dijo: Llenaos de alegría, porque vuestros nombres han sido escritos en el cielo, a pesar de que con nuestros cuerpos y fatigas machacamos la tierra y la tierra nos machaca a nosotros. Una vez que nos encontremos en su gloria después de la resurrección corporal, ni nuestro cuerpo habitará esta tierra de mortalidad ni nuestro afecto se sentirá inclinado hacia ella. El que, todo él, posee las primicias de nuestro espíritu lo recoge de aquí.

Sermón 263 A, 1-2

 

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