En este contexto aconseja que conveniente reflexionar sobre el modo de salvaguardarla. Y para ello, hace varias propuestas para cuidar y defender la vida:

• Seguir implicados en la defensa de la vida de la persona. Los principios religiosos que propone el Evangelio, en el que Jesús habla de “vida en abundancia” (Jn 10, 10), mueven a considerar la dignidad de la vida con el corazón (los sentimientos) y la mente (la razón), para respetarla -buscando la mejor calidad posible-, y priorizarla con acierto sobre la autonomía individualista desmedida o sobre el apego a los animales de estimación.
• Cuidar la vida no significa mantenerla a toda costa, de cualquier manera, en todas las circunstancias y sin importar los límites. Conscientes de la frontera de la muerte, custodiar la vida implica cuidarla dignamente hasta el final, aunque no se pueda curar a la persona enferma. En ese sentido, los cristianos pueden trabajar por la atención paliativa en todos los órdenes, como usuarios o como dispensadores.
• El derecho a la libertad tiene dos cauces de expresión excepcionales: la objeción de conciencia y las instrucciones previas (Registro Nacional de Instrucciones Previas (mscbs.gob.es). Ambos desarrollan una autonomía relacional razonable que incorpora las necesidades de los demás ciudadanos sin renunciar a los valores agustinianos -morales y religiosos- particulares.

Para sensibilizar sobre la importancia que tiene cuidar la vida, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, y tomando como modelo la actitud de María, que a pesar de las dudas y de la incertidumbre decidió, acoger, defender y amar la vida, te proponemos que veas este vídeo.