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Los animadores cristianos en la selva del Perú, signo de sinodalidad

Los animadores cristianos son hombres y mujeres laicos, responsables de animar la vida cristiana de los católicos en su propio pueblo.

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Fundamentalmente están allí donde no hay sacerdotes o misioneros viviendo. Y son, a la vez, representantes de la Iglesia en su propio pueblo, como autoridades religiosas católicas.

En la selva del Perú, los animadores cristianos nacen en la década de los años 70 y 80 del siglo pasado. El Concilio Vaticano II había despertado en muchos ambientes cristianos, deseos de renovación y búsqueda de nuevas fórmulas pastorales.

En la selva de Perú, los animadores cristianos nacen en la década de los años 70 y 80 del siglo pasado, en la línea del Concilio Vaticano II.

Para el P. Basilio Mateos, misionero agustino en el Vicariato de Iquitos, se buscaron soluciones para poder implementar la acción pastoral y presencia de la Iglesia en los pueblos diseminados por los ríos. Sí, allí donde los misioneros apenas podían llegar una vez al año. Tener animadores cristianos fue la única forma de llegar a tener comunidades de base. Hacer realidad una de las aspiraciones del Concilio: “La parroquia como comunión o comunidad de comunidades”.

Los comienzos de los animadores

En el Vicariato Apostólico de Iquitos, encomendado a los agustinos, tuvo lugar en el año 1971, el I Encuentro de Pastoral de Misiones en el Alto Amazonas (de ámbito internacional). Asimismo, se llevó a cabo el Curso de Comunidades de Base, donde se encontraron los misioneros con expertos teólogos, sociólogos y antropólogos que ayudaron a que se tomara interés por la cosmovisión y culturas amazónicas.

Después de ver experiencias en varios países de América Latina, se vio la posibilidad de capacitar líderes laicos autóctonos, nacidos y elegidos en su mismo pueblo. Desde ahí, según el P. Basilio, ir caminando hacia una Iglesia auténticamente autóctona, sueño de las Asambleas Episcopales Región Selva y del actual impulso de la Iglesia hacia una mayor sinodalidad.

Se organizaron encuentros o talleres para formar a los animadores cristianos en su misión: celebraciones de la palabra de Dios, atender enfermos, entierros y ser representantes de la Iglesia en su propio pueblo. En dichos encuentros, además de contenidos doctrinales, se cuidaba, según expresa el P. Basilio, la convivencia y la aportación cultural de los participantes.

Los animadores en la actualidad

Los últimos años del siglo XX y primeros del siglo XXI se han vivido, con un relativo estancamiento la pastoral de los animadores cristianos. Durante estos años se ha ido adaptando la labor de los animadores al plan pastoral del Vicariato y a la Pastoral de Conjunto. Y, en estos últimos años, a la dinámica propuesta desde el Sínodo de la Sinodalidad, afirma el P. Basilio.

En la actualidad, cada vez se ve mayor dificultad para encontrar nuevos animadores. Y, peor aún, después de la pandemia del Covid, donde se anularon completamente las reuniones y se perdió la dinámica de la pastoral de presencia.

La realidad para el P. Basilio es que, tanto en el Vicariato de Iquitos, como en los otros Vicariatos, se valoran los animadores cristianos y se siente la necesidad de continuar capacitándolos. La modalidad ministerial de animadores asegura una forma oportuna de superar el clericalismo tradicional, ya que al ser agentes de pastoral voluntarios y sin remuneración económica, actúan más independientes del centralismo parroquial.

El futuro de los animadores

En este último año 2022, los Obispos de los Vicariatos de la Selva en Perú, están intentando volver a tener Las Asambleas Regionales de Pastoral y reactivar los Encuentros Intervicariales de Animadores.

La Sinoladidad y las líneas pastorales de la Iglesia Actual, impulsan hacia nuevos ministerios y mayor participación del laicado y de las mujeres en las instancias de decisión, así como eliminar el clericalismo.

En algunos lugares, incluyendo el Vicariato de Iquitos, se está oficializando el diaconado permanente que, sin duda, puede ser asumido por algunos animadores. Mientras esto llega, dice el P. Basilio, la manera más segura para alimentar la vida cristiana en los pueblos siguen siendo los animadores de las Comunidades Cristianas y que, en torno a ellos, haya un equipo de agentes pastorales en cada pueblo (lectores, cantores, promotores, agentes de acogida…).

Por toda su historia, trayectoria, trabajo y compromiso, los animadores cristianos deben ser reconocidos e instituidos con identidad propia en la Pastoral de la Iglesia.

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