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Conmemoración de los bienhechores difuntos de la Orden de San Agustín

El 13 de octubre es el día en el que la liturgia agustiniana recuerda a las personas bienhechoras de la Orden de San Agustín y que ya han fallecido. El religioso agustino, P. Miguel Ángel Orcasitas, ex prior general, explica en el siguiente texto cuál es la importancia del bienhechor para los agustinos.

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La vida y ministerios de la Orden resultarían imposibles sin el apoyo de bienhechores. Benefactor no es solo el que apoya económicamente a la Orden con limosnas o financiación de proyectos o comunidades. El apoyo espiritual con la oración, o el institucional con la acogida y promoción de nuestras obras y personas, posibilitan y ofrecen extraordinaria ayuda para el desarrollo de la actividad apostólica.

El 13 de octubre la liturgia recuerda a las personas, que por su carácter de bienhechores tienen un vínculo especial con los agustinos.

Para la Orden de San Agustín los primeros y principales benefactores son los padres y madres de los religiosos y monjas. A partir del momento en que su hijo o hija realiza la profesión de votos solemne, se les ofrecen, en señal de gratitud, la posibilidad de ser afiliados a la Orden. Una distinción que otorga el prior general, y que no implica responsabilidades jurídicas, sino que constituye un acto gratuito, por el que se les promete la participación en los bienes espirituales de la Orden (Constituciones, nº 50). Los así afiliados forman parte de la Familia Agustiniana y, gracias a esta vinculación, están presentes en las misas y oraciones que articulan la vida orante de la Orden en todo el mundo.

La afiliación se ofrece también a aquellos benefactores insignes que prestan un apoyo extraordinario a la Orden, bien de carácter económico o en cualquier otro nivel. Constituye un modo de corresponder a la benevolencia de quienes apoyan de modo excepcional la vida y misión de los agustinos en la iglesia.

La afiliación de fieles debe ser otorgada cuando exista dicho apoyo y se trate de personas que valoran la pertenencia al cuerpo espiritual de la Orden. Existen otros modos de reconocer la gratitud de los agustinos con aquellos benefactores que no es de su agrado la pertenencia, siquiera espiritual, a la Orden, o pertenecen a otra religión, o viven muy distanciados de la práctica religiosa.

Todas las Constituciones que ha tenido la Orden a lo largo de su historia, a partir de las primeras de Ratisbona del año 1290, han pedido a los miembros de la Orden que recen cada día en las comunidades por los benefactores. Determinan además que un día concreto, en el calendario litúrgico agustiniano, se rece por los benefactores difuntos y otro día por los vivos.

Las Constituciones de Ratisbona establecen en el nº 38 las misas que deben celebrar los agustinos sacerdotes y las oraciones que deben recitar los no sacerdote “por los hermanos, familiares y benefactores difuntos”. En el número 39 se señala algo similar por los benefactores vivos. Esta normativa ha durado durante todos estos siglos y, con alguna variante, se conserva aún hoy en las Constituciones vigentes.

En las últimas ediciones de las Constituciones de la Orden de San Agustín se encuentra algo interesante sobre el apoyo económico de los fieles, cuando afirma que las limosnas constituyen una de las fuentes de sus bienes:

Constituciones actuales nº 493: “La fuente primaria de nuestros bienes son el asiduo trabajo de los hermanos y la moderación en el uso y en el consumo. A esto se añaden las donaciones de los bienhechores de la Orden y la actividad misma económica, que puede ejercerse, según métodos y leyes propias, dentro de los fines del orden moral, de las leyes de la Iglesia y de la naturaleza de la vida religiosa”

Declarar a una persona benefactor compromete a la Orden de San Agustín a su reconocimiento por la ayuda que otorgan para sostener las misiones, la acción caritativa, o los centros académicos de diferente grado que hay por todo el mundo. Eso significa para los agustinos y las comunidades religiosas mantener contacto regular con ellos, preocupándose por mostrar cercanía en fechas significativas, como Navidad, Pascua, fiestas destacadas del calendario agustiniano, o en acontecimientos familiares, como aniversarios o cumpleaños.

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