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Día de los abuelos en recuerdo de San Joaquín y Santa Ana

El Papa Francisco estableció en el 2021 que esta Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores se celebre cada año el cuarto domingo de julio, en torno a la fiesta de los Santos Joaquín y Ana, abuelos de Jesús, que cae el 26 de julio.

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«En la vejez seguirán dando fruto», es el título del mensaje de la Jornada de los Abuelos y de los Mayores de este año, para el que el Papa Francisco ha recurrido al versículo del Salmo 92. El versículo es precisamente un himno para superar la mentalidad utilitaria del mundo actual y esa «cultura del descarte» que, según el Papa, considera la vejez una especie de enfermedad.

Cada 26 de julio recordamos la figura de San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús, y con ellos a todos los abuelos.

La misión de los abuelos

Actualmente la logística de muchas familias depende de los abuelos. Es frecuente ver a abuelos que llevan y recogen a los nietos del colegio y las actividades extraescolares y no son pocos, los que cubren a los padres en el cuidado de los pequeños, los días sin colegio.

Pero la riqueza que suponen los mayores, en la vida de cualquier persona, va mucho más allá de las cosas concretas que puedan hacer.

Su experiencia, su manera de estar, su mirada hacia lo que les rodea, el cariño o los ratos de conversación, son un legado importantísimo para cualquier persona. Por no hablar del papel de los mayores en la transmisión de la fe a las nuevas generaciones.

Transmisores de fe

Maruja Niño pertenece a la parroquia de Bellavista, que los agustinos atienden en Aljaraque (Huelva). Tiene cinco hijos, once nietos y dos biznietos. En su relación con todos ellos intenta dar testimonio de sus creencias. Eso sí, lo hace siempre con respeto, porque no todos en la familia se posicionan del mismo modo ante la religión o la Iglesia.

Hace algunos años fue catequista de comunión y, actualmente, pertenece al grupo de Vida Ascendente de la parroquia. Maruja cuenta que, para ella, la fe es algo esencial: «Palabrita pequeña, pero algo muy grande. Sin ella, creo que no podría caminar. Necesito sentir el amor, la misericordia y el perdón del Padre. Necesito a Jesús y los siete dones del Espíritu Santo para caminar».

Aunque con once nietos y dos biznietos, y siendo una abuela experimentada, señala que transmitir la fe le parece complicado. Ella, ante todo, intenta dar ejemplo, enseñarles oraciones y acompañarles a celebraciones o procesiones en Semana Santa.

Respecto a su actual compromiso con la parroquia, subraya su agradecimiento hacia los agustinos: «Los mayores estamos muy agradecidos a los agustinos de la parroquia porque nos cuidan, nos enseñan y nos miman mucho. Con ellos he descubierto a San Agustín, Santa Mónica y Santa Rita».

Transmisores de valores

Olaya Rodríguez es abuela de un niño y una niña, alumnos del Colegio Nuestra Señora del Buen Consejo (Madrid) y de otro niño de la Escuela Infantil San Alonso de Orozco. Cuando su hijo mayor tomó la Primera Comunión, ella y su marido Miguel, decidieron comprometerse con la catequesis en el colegio. Para Olaya ha sido una experiencia muy enriquecedora: «La educación en la fe es un crecimiento, tanto para el que la recibe, como para el que la enseña. Para mí, es un compromiso con la transmisión de valores como el respeto, el amor, el dar y recibir».

«Disfruto mucho de las eucaristías con mis nietos -afirma Olaya-. Les hablo de un padre que nos ama, que nos quiere y una madre que nos protege».

Por otra parte, su hija Gema Sáez, antigua alumna del Colegio Nuestra Señora del Buen Consejo, insiste en lo que la fe le aporta en la vida: «Vivo como algo fundamental que mis padres nos hayan inculcado a mi hermano y a mí la fe y unas vivencias. Para mí, ver a mi madre como catequista en el colegio y tenerla como catequista en casa ha sido algo que me ha calado muy hondo. Ha estado 20 años como catequista en el colegio y es algo que sigue haciendo con sus nietos».

Olaya subraya que los abuelos son una figura esencial en la vida de los niños: «Qué importante es que recen con ellos y que vayan a misa con ellos».

La revolución de la ternura

«En este mundo nuestro estamos llamados a ser artífices de la revolución de la ternura -les dice a los abuelos el Papa Francisco en el mensaje, con ocasión de la jornada-. Hagámoslo, aprendiendo a utilizar cada vez más y mejor el instrumento más valioso que tenemos, y que es el más apropiado para nuestra edad: el de la oración. Convirtámonos también nosotros un poco en poetas de la oración: cultivemos el gusto de buscar palabras nuestras, volvamos a apropiarnos de las que nos enseña la Palabra de Dios.  Nuestra invocación confiada puede hacer mucho, puede acompañar el grito de dolor del que sufre y puede contribuir a cambiar los corazones. Podemos ser «el “coro” permanente de un gran santuario espiritual, donde la oración de súplica y el canto de alabanza sostienen a la comunidad que trabaja y lucha en el campo de la vida».

 

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