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Domingo de la Ascensión del Señor: ``Es la hora de dar testimonio de nuestra fe``

El Evangelio del domingo 16 de mayo explica que para poder ascender, hay que descender primero. Para llegar a Dios, hay que acoger al hermano. Así lo hizo Jesucristo, que se abajó para subir al Padre.

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El camino del cristiano tiene que ser igual que el suyo. Primero hay que estar al lado del hermano que sufre, que pasa dificultades, que está solo y abandonado. Sólo así podremos ascender. Mira la cruz: ves en ella un brazo vertical que se eleva hacia el cielo, pero también tiene un brazo horizontal que mira a la tierra. Si quieres seguir el ejemplo de Jesús, asume la cruz, pero con los dos brazos, mirando al hermano y teniendo siempre presente a Dios en tu vida.

El domingo 16 de mayo se celebra la Ascensión del Señor. En este día el Evangelio invita a dar testimonio de fe.

Jesús encomienda a sus discípulos una misión: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. San Agustín nos recuerda que la necesidad de obrar seguirá en la tierra, pero el deseo de la ascensión ha de estar en el cielo: «aquí la esperanza, allí la realidad». Hemos de poner atención a los asuntos humanos. Con frecuencia se ha acusado a los cristianos de desentenderse de este mundo, mirando sólo hacia el cielo. No podemos vivir una fe desencarnada de la vida. La Iglesia somos todos los cristianos y todos debemos implicarnos más en la defensa de la vida, de la dignidad del ser humano, de la justicia y de la paz. Precisamente este domingo se celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, bajo el lema, “Comunicar encontrando a las personas donde están y como son”. El Papa Francisco advierte del riesgo de una información siempre igual, exhortando a ir “donde nadie va”.

La Buena Noticia que el discípulo tiene que anunciar irá acompañada de estos signos: echarán demonios, hablarán lenguas nuevas, las serpientes no les harán daño, curarán enfermos. ¿Cómo se traduce esto hoy día? El mal o demonio de hoy es el egoísmo que nos atenaza, el materialismo que nos rebaja, el pasotismo que nos hace insolidarios y el indiferentismo religioso por el que nos alejamos de Dios. Las lenguas nuevas son las que sirven para el diálogo, las que nos ayudan a entendernos y a comprendernos. Las serpientes venenosas son las mentiras y trampas que nos tiende la sociedad hedonista y que sólo con la presencia de Jesucristo en nuestra vida podemos vencer. La enfermedad de nuestro tiempo es el desamor, las prisas y el pragmatismo exacerbado. Necesitamos renovar el Bautismo, reorientar nuestra vida cristiana, sentirnos de nuevo enviados por Cristo.

¿Cómo vivo yo el encargo de Jesús? ¿Qué estoy haciendo para que mi fe me lleve a la transformación de este mundo? ¿Cómo asumo el compromiso de la Eucaristía y la misión que cada domingo se me encomienda en la mesa del compartir? No es fácil la tarea que nos asigna el Señor. Soplan vientos contrarios a todo aquello que esté relacionado con el Evangelio. La cultura de hoy ridiculiza la fe, confunde a las personas sencillas y desorienta mediante la ceremonia de la confusión y la burla. Muchos cristianos mueren hoy día por confesar su fe. Jesús nos pide que seamos sus testigos valientes. No hay que temer a nada ni a nadie. Contamos con el apoyo de la gracia de Dios. Caminemos confiados hacia la esperanza del cielo, porque es veraz quien ha hecho la promesa; pero vivamos de tal manera que podamos decirle con la frente bien alta: «Cumplimos lo que nos mandaste, danos lo que nos prometiste» (San Agustín, Sermón 395).

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