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Evangelio del domingo 22 de agosto: ``Este modo de hablar es duro. ¿Quién puede hacerle caso?`` (Jn 6, 60-69)

La forma de hablar dura, “inaceptable”, a la que es difícil hacer caso, al que hace referencia el trocito del Evangelio de hoy son a las palabras de Jesús ante los judíos presentándose como el pan de vida en los versículos anteriores de este capítulo 6 de Juan.

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Ahí habla Jesús de comer su carne y de beber su sangre para poder tener vida verdadera. Palabras duras.

El Evangelio del 22 de agosto habla de la dureza con la que a veces Jesús habla. Y de la fe como aquello que ayuda a entender sus palabras.

¿Cómo no suena a nosotros celebrando la Eucaristía y participando de su cuerpo y de su sangre? ¿Nos hace vacilar? Quizás nosotros lo tenemos muy incorporado; vivimos un largo camino de aprendizaje de lo que significa vitalmente eso de que “El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada”, pero tuvo que llamar mucho la atención, directamente escandalizar, a quienes se lo escucharon aquella primera vez.

¿Qué creemos cuándo comulgamos sacramentalmente el Cuerpo y la Sangre de Jesús? Porque la clave está en la fe. Fe para ver en las palabras de Jesús y en nuestra celebración de la Eucaristía, espíritu y vida. Fe como don del Padre para poder encontrarnos con Jesús de esta manera. Si el Padre no lo concede… Fe para poder decir con Pedro, que esas “palabras duras” son para nosotros palabras de vida eterna. Palabras que dan sentido a toda nuestra existencia. Que sin ese encuentro con Jesús vivo, carne y sangre, vivimos desorientados, perdidos. ¿A dónde vamos a ir? Sin fe, ante esto, no hay nada que hacer. Solo quedan como alternativas la perplejidad o el abandono. ¿A dónde estamos yendo?

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