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Evangelio III domingo de Cuaresma, según San Agustín: ``El agua viva está ahí: ¿cómo vas a dármela?`` (Jn 4, 5-42)

En este bonito encuentro de Jesús con la samaritana vemos un diálogo en el que poco a poco se va desvelando quién es Jesús.

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Al principio la samaritana solo ve en Él un hombre, un judío, que le habla a ella, mujer y, encima, samaritana. Jesús rompe con todos los estereotipos de la época y consigue un diálogo auténtico donde la mujer puede ver, poco a poco, cómo Jesús habla de otra agua.

Del pozo profundo de los deseos humanos, Jesús le va orientando hacia otro pozo, que está dentro de ella misma, que es donde los seguidores adoraran a Dios: en espíritu y verdad.

Este Evangelio de Cuaresma narra el encuentro de Jesús con la samaritana; un diálogo en el que poco a poco se va desvelando quién es Jesús.

Para eso, hay que saltar del agua material hacia otra agua que sacia plenamente, el agua espiritual. Esta agua espiritual es el agua viva, la presencia viva de Cristo, la Vida auténtica que nos da Dios con la muerte y resurrección de nuestro salvador. Una preciosa catequesis para descubrir dentro de nosotros a Dios.

Dame de beber

La samaritana oye quién pide de beber. Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios y quién es quién te dice: «Dame de beber», tú le habrías tal vez pedido y él te habría dado agua viva. Pide de beber y promete beber. Necesita como para recibir, y está sobrado como para saciar. Si conocieras, dice, el don de Dios. El don de Dios es el Espíritu Santo. Pero a la mujer habla todavía veladamente y poco a poco entra en su corazón. Tal vez instruye ya, pues ¿qué más suave y amable que esta exhortación? Si conocieras el don de Dios y quién es quién te dice: «Dame de beber», tú le habrías tal vez pedido y él te habría dado agua viva. Hasta aquí la mantiene en suspenso.

Sin embargo, la mujer afirma indecisa: Señor, no tienes con qué sacar, y el pozo es hondo. Ved cómo entendió ella el agua viva, o sea, el agua que había en aquella fuente: «Tú quieres darme agua viva y yo llevo con qué sacar, mas tú no llevas. El agua viva está ahí; ¿cómo vas a dármela?» Porque entiende y saborea carnalmente otra cosa, aldabea en cierto modo, para que el Maestro abra lo que está cerrado. Aldabeaba con ignorancia, no con afán.

Agua de vida eterna

¿Quizá prometes otra fuente? ¿Puedes ser mejor que nuestro padre, que cavó este pozo y él mismo lo usó con los suyos? El Señor, pues, diga a qué llamó agua viva. Respondió Jesús y le dijo: Todo el que bebiere de esta agua tendrá de nuevo sed; en cambio, quien bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en fuente que salta para vida eterna. Con toda claridad ha dicho el Señor: Se convertirá en él en fuente de agua que salta para vida eterna. Quien bebiere de esta agua no tendrá sed jamás. Es del todo evidente que prometía agua no visible, sino invisible; es del todo evidente que hablaba en sentido no carnal, sino espiritual.

Sin embargo, no pasemos por alto que el Señor prometía algo espiritual. ¿Qué significa: «Quien bebiere de esta agua tendrá de nuevo sed»? Es verdad según esta agua, y es verdad según lo que significaba esa agua. En efecto, el agua en el pozo es el placer del mundo en tenebrosa profundidad; de ahí la sacan los hombres con la vasija de los deseos nefastos. Se inclinan hacia abajo para hacer bajar el deseo nefasto y llegar al placer sacado de la profundidad; y disfrutan del placer, tras haber precedido y sido enviado por delante el deseo nefasto, porque no puede llegar al placer quien no hubiere enviado por delante el deseo nefasto.

Comentario al Evangelio de san Juan 15, 12-13.16

 

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