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III Domingo de Pascua: Evangelio según san Lucas (24,35-48)

En el Evangelio de hoy, los discípulos se encuentran con Jesús y no le reconocen. Solo advierten que se trata de su Señor, "al compartir el pan".

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Durante la Pascua Jesús se va manifestando a sus apóstoles y amigos, de diferentes maneras. A ellos no les resulta fácil reconocerle. Son acciones concretas lo que les hace darse cuenta de que es Jesús resucitado, y no otra persona, quien está con ellos. Igual que les pasó a los discípulos, nos siempre sabemos apreciar la presencia de Dios en nuestra vida.

A lo largo de la Pascua, Jesús mantiene varios encuentros con sus discípulos y amigos, pero a ellos no siempre les resulta fácil reconocerle.
  • La experiencia del Resucitado. Los discípulos de Emaús vuelven a Jerusalén para contar a todo el grupo lo que les ha sucedido por el camino y como reconocieron a Jesús «al partir el pan». La comunidad cristiana va a surgir como tal a partir de una experiencia común de la realidad del resucitado. El nuevo Jesucristo no es ninguna invención espiritual del grupo cristiano. Sólo la presencia real del resucitado ha llevado al firme y absoluto convencimiento que ahora tienen. Bajo la tremenda impresión de los acontecimientos de la Pasión, entre el miedo a los judíos y la esperanza alimentada con las primeras noticias de aquel domingo, estos hombres no acaban de creer. Jesús les tranquiliza y les convence de que es verdad lo que están viendo y que no se trata de ningún fantasma.
  • El Señor vive realmente. Jesús muestra a los discípulos las señales de los clavos en las manos y en los pies. Les invita a palparle. Estas formas de expresión no hay que verlas como representaciones de la realidad corporal de Jesús, sino como vehículos interpretativos de algo más profundo: Jesús vive ahora una nueva realidad corporal. Jesús resucita con cuerpo glorioso. No es posible comprender como un cuerpo glorificado puede comer alimentos. El sentido de esta afirmación es que el Señor vive verdaderamente y lo que los discípulos han visto no es una simple «visión». La insistencia en que le palpen las manos y los pies es porque quiere demostrarles que Él es el mismo que murió en la cruz. Muerte y resurrección van unidas. Se cumplen así las Escrituras: el Mesías padecerá, pero resucitará al tercer día. Comprendemos que dice al tercer día porque para los judíos una persona no estaba definitivamente muerta hasta que pasaban tres días del óbito. La vida de Jesús, su pasión y muerte debe ser interpretadas a la luz de la experiencia pascual.
  • El don de la paz, regalo de Jesucristo resucitado. El don que reciben es la plenitud de todos los dones. El Señor resucitado les saluda siempre con la misma expresión: «Paz a vosotros». La experiencia de un Jesús real produjo en los once y sus compañeros de la comunidad cristiana un cambio de forma de pensar y de vivir -la conversión- y una liberación interior -perdón de los pecados-. La misión de Jesús ha terminado, pues todo se ha sido cumplido. Ahora queda que los apóstoles anuncien a todo el mundo lo que han visto y oído. Testigo es aquél que ha experimentado algo que ha transformado su vida. No le queda más remedio que comunicarlo a todos. En nuestro tiempo se necesitan testigos antes que maestros. La experiencia de fe no se transmite de memoria o por lo que hemos aprendido en los libros, sólo nuestro testimonio será creíble si lo que decimos lo hemos experimentado antes en nuestra vida. Es un mandato del Señor resucitado dar testimonio de nuestra fe. ¿Cómo puedo ser testigo aquí y ahora de la experiencia de Cristo resucitado?

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