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La Semana Santa de San Agustín de Hipona

Al inicio de la Semana Santa nos trasladamos al S.V para conocer cómo vivían la Semana Santa los cristianos contemporáneos de San Agustín. El religioso agustino P. Pío de Luis nos ayuda a hacer este viaje en el tiempo con la siguiente reflexión.

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Los cristianos de la Hipona de San Agustín no celebraban ni una “Semana Santa”, ni un “Triduo Sacro”. Pero sí la Cuaresma con intensidad. Este período litúrgico estaba centrado en los catecúmenos, de ordinario adultos, que iban a ser bautizados en la Vigilia Pascual. La participación de los demás fieles guardaba también relación con ellos: los acompañaban con la oración y en las prácticas ascéticas, los acogían en sus casas si llegaban de fuera de la ciudad para una catequesis de cuarenta días, ejercían de padrinos en la fe, etc.

Todo ello les servía, a un nivel más personal, para revivir la propia experiencia gozosa de su Bautismo y para renovar los compromisos entonces adquiridos.

En ese recorrido cuaresmal destacan, como hitos cualificados, los dos últimos sábados. Era el momento en que el obispo catequista «entregaba» -es decir, recitaba y explicaba- a los catecúmenos dos preciados tesoros: el contenido de la fe -el Credo- y de la oración -el Padrenuestro-.

Los catecúmenos tenían que aprender ambas fórmulas de memoria, sin el apoyo de un texto escrito porque, según el profeta, la nueva Ley estaría escrita “en los corazones, no en tablas de piedra” (Jer. 31,33). El orden era el indicado, porque no es posible invocar a Dios si antes no se le conoce (Rom 10,14). De hecho, solo se enseñaba cómo orar a quienes habían demostrado públicamente, esto es, ante la asamblea eclesial, que conocían el Credo.

Al inicio de la Semana Santa viajamos en el tiempo para conocer cómo vivían en el S.V, los cristianos el Triduo Santo.

Así, pues, los últimos días de la Cuaresma, equiparables de algún modo a nuestra Semana Santa, estaban marcados por la transmisión de la fe y la oración de la Iglesia. Toda la Cuaresma se hallaba orientada a este momento, como objetivo penúltimo, porque el último era la participación en la Pascua del Señor, mediante la recepción conjunta e inseparable de los tres sacramentos: Bautismo, Confirmación y Eucaristía.

La experiencia eclesial enmarcaba la vivencia personal. Lejos de ser propiedad personal de nadie, la fe y la oración son un tesoro ya compartido del que se desea hacer partícipes  a los más posibles.

Aunque el santo no conoció un Triduo Sacro como tiempo litúrgico específico, ni celebró una Semana santa como la que celebramos en la actualidad. Sin embargo, la Iglesia local vivía con especial fervor los últimos días de la Cuaresma. Así lo explica el P. Pío de Luis, OSA, en el podcast «Los Agustinos a tu lado».

 

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