A su regreso de un viaje de peregrinación a Tierra Santa, y tras solicitar una dispensa a Honorio III de la prohibición de las representaciones religiosas, según cuenta San Buenaventura, San Francisco de Asís realizó un pesebre con paja, colocando junto a él un buey y una mula, en una cueva de las montañas de Asís, junto a una cabaña de pastores. Allí junto a los fieles que acudieron al toque de las campanas, evocaron la llegada de los pastores para adorar al Niño, con una oración sencilla.

Con el paso de los siglos, esta tradición se ha mantenido, enriqueciéndose con los matices propios de los distintos lugares. Según el tamaño, la disposición o el estilo de las figuras, hay muchos tipos de belenes: napolitanos, hebreos, regionales y populares; abiertos y cerrados; estáticos y mecanizados.

Actualmente, el belenismo es una afición que tiene muy buena acogida y reúne a personas, durante todo el año, para restaurar figuras y crear las escenas nuevas de la siguiente Navidad.

En las parroquias agustinas hay mucha gente, de distintas edades y grupos, dedicada a montar el belén y a pensar detalles nuevos con los que sorprender a los visitantes cada Navidad. En este vídeo puedes ver algunas de los belenes que las parroquias agustinas tienen en sus templos.