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San Agustín: modelo para la vida comunitaria y en unidad

El calendario litúrgico tiene reservada la fecha del 28 de agosto para san Agustín, (Tagaste 354 d.C. – Hipona 430 d.C). Un día antes, el 27 de agosto, se celebra la fiesta de su madre, Santa Mónica.
La espiritualidad agustiniana es la fuente de la que bebe, no solo la Orden de San Agustín, si no toda la familia agustiniana: religiosos agustinos, religiosas agustinas y laicos agustinianos.

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Con motivo de esta semana tan señalada en el calendario agustiniano, el Prior General de la Orden de San Agustín ha dirigido un mensaje a toda la familia agustiniana. En sus palabras, el P. Alejandro Moral señala que estas dos fiestas «deben ayudarnos a vivir profundamente nuestro carisma, la experiencia comunitaria de la búsqueda de Dios» y hace una invitación a profundizar en la vivencia y transmisión de la paz, «un bien maravilloso, en el que tanto insistió Nuestro Padre», como parte fundamental de la espiritualidad agustiniana.

Mensaje del Prior General por el día de San agustín

San Agustín: Un hombre extraordinario

Celebrar la fiesta de san Agustín significa, entre otras cosas, rendir tributo a un hombre extraordinario que conformó la historia posterior a él; a una inteligencia privilegiada, reconocida desde siempre y por todos; a una voluntad recia, puesta, tras la conversión, al servicio de su comunidad cristiana y de la fe católica.

Significa rendir tributo a un santo cuya vida tantos creen conocer y a menudo desconocen; al autor de tantos escritos, entre ellos obras maestras como las Confesiones, la Ciudad de Dios o la Trinidad, comparables a incursiones, con pluma en mano, en la profundidad de tres misterios: el del hombre, el de la historia de la humanidad, y el del Dios Trino de la fe cristiana, respectivamente.

Es recordar al doctor cristiano que, después de san Pablo, más ha influido a dar forma al pensamiento teológico, moral y espiritual de la Iglesia latina. Al teólogo que estuvo en el epicentro de la Reforma protestante, la gran crisis de la Iglesia occidental de la época moderna, al que católicos y protestantes pretendían tener de su parte.

Es rendir homenaje al autor de una Regla monástica que inspira la vida religiosa de más de un centenar de Ordenes y Congregaciones religiosas. Al Padre de la Iglesia más citado en textos altamente cualificados de la Iglesia de los últimos tiempos: los Documentos del Concilio y el Catecismo de la Iglesia Católica, señal de que el aprecio por él no fue sólo realidad del pasado, sino que lo es también del presente.

Significa, por último, rendir tributo al cristiano que, a pesar de todos sus títulos de grandeza, se sintió muy cercano a sus humildes hermanos en la fe, desde el convencimiento de que no tenía nada de que presumir ante ellos porque todo lo consideraba don gratuito de Dios.

 

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